Joaquín Rotman, integrante de INCLUIR, fue uno de los participantes y nos cuenta en primera persona parte de lo ocurrido en el encuentro.

A partir de la invitación que realizara la Ing. Ximena Arqueros, referente de extensión universitaria de la Facultad de Agronomía (UBA) y docente en la Especialización en Desarrollo Rural de la misma institución, nos dimos cita a cielo abierto y cuerpo presente.
En esta oportunidad, continuando la articulación que semanas antes llevamos adelante junto a Silvia Corral y David Burín desde INCLUIR, en el marco del taller de comunicación para el desarrollo rural –curso perteneciente a la mencionada carrera de especialización-, Ximena me propuso estar presente en la Décima Jornada para poder compartir, desde la psicología, una mirada y reflexiones en torno a la extensión universitaria en tiempos de pandemia y post-pandemia. Pero, más aún, para constituir un espacio de encuentro poniendo presencia y palabras a algo tan profundo como cotidiano: de dónde venimos y hacia dónde vamos.
“Qué hemos estado atravesando y ahora qué” como preguntas emergentes bajo coordenadas relacionadas a la pandemia, la salud comunitaria, la universidad, la extensión y el vínculo con los territorios. Estos últimos, en particular, referidos a aquellos que siempre han hecho de lo comunitario una forma de existencia, resistencia e insistencia.
Confieso que –asidua práctica por apellido y por oficio- al inicio de la charla, todo hilo de aportes posibles de mi parte, convenido previamente al encuentro, se desdibujaron. Por múltiples razones.
Ya dentro de una inmensa ronda entre quienes estaban presentes la decana de la Facultad de Agronomía, el secretario de extensión, docentes, estudiantes, agrupaciones estudiantiles y las productoras Elena Chumacero (referente del Centro Comunitario “Los Sin Techo”, UTEP-Evita Echeverría; Vanina Andrea Paola Díaz, MNCI VC-UTEP, Florencio Varela y Melanie Pérez, Asociación de Productores Hortícolas de la 1610 (con quienes articula la facultad a través de diversos y muy interesantes proyectos de extensión), hice lo que me sale hacer: escuchar.
Como todo proceso, en el que en general se le pueden ir encontrando sentidos de forma retroactiva, varios días posterior al evento comprendí: nos habíamos dado cita y sitio para volver a encarnar-nos. Por supuesto, entonces, que lo que había que hacer era propiciar que la palabra circule, se apropie, nos encuentre, nos movilice e implique. Era menos decir, y más hablar y escucharnos. Compartir.
Cada quien expuso lo suyo. La decana los honores, el secretario la temática, las productoras el dolor de los barrios, las prácticas de resistencia y la importancia de lo que siempre hemos tenido ahí a pasitos pero que a veces no se sabe apreciar: el encuentro con otrxs.
Atravesado lo esperado, se pudo abrir paso lo esperable –y, sobre todo, lo inesperable-.
Primero, referido a cómo habíamos estado transitando el tiempo en pandemia: las ausencias, las imposibilidades, las angustias. También los sentidos de las instituciones y los territorios sin las proximidades. Y, desde allí, la revalorización de lo vincular. Segundo, una de las preocupaciones que surgió en la ronda fue respecto al tiempo, el enquistamiento del tiempo, cómo seguir, hacia dónde ir ¿se había aprendido algo de este pasado tan reciente y presente? ¿Quedaba solo mirar al futuro como motor seguro?
La comunidad Qom, la cual he tenido la posibilidad de conocer en la zona rural del noreste chaqueño, una vez me contó sobre el tiempo. Historia que fue compartida:
“E: [Hay gentes que] piensan el tiempo distinto. Siempre ve el pasado atrás. Y el futuro, adelante. En nuestro caso es al revés. El futuro está detrás, comiéndote los talones.
Y el pasado? – atiné a consultar.
El pasado está adelante. Marcando el camino”
Hablamos del tiempo, las huellas, las marcas, el desde dónde y hacia dónde. Y, por último, de revalorizar no solo el vínculo, sino el tiempo. Particularmente el tiempo para poder estar mal. En una sociedad en la que abundan las pastillas para no llorar, apropiarnos del tiempo para poder padecer lo padecido es salutógeno –contrario a lo que se podría pensar-.
Al fin y al cabo, como fue dicho en la ronda, es menos una cuestión de recuperar el tiempo, y más tener el tiempo para recuperarnos.
Parte del poder recuperarnos es poder poner palabras a lo que pareciera indecible, ponerle cuerpo a lo que pareciera tener que ser ausencia y ponerle encuentro a lo que pareciera tener que ser soledad.
Cuestiones de la singularidad, la otredad y la alteridad, de ir en la búsqueda del vínculo con otro –y unx mismx-, que habíamos estado trabajando, tiempo antes, junto a Silvia y David en el marco del taller de comunicación para el desarrollo rural en la especialización.
Comparto, por último, lo que me transmitiera una de las personas encargadas de organizar el evento, respecto a las repercusiones de la charla posterior a la charla:
“(…) una [persona conocida mía] me dijo: “cuando [se] preguntó qué nos pasó en pandemia me saltaron las lágrimas””
No sabía para qué estaba ahí.
Sí, para qué estuve. Para qué estuvimos.